Molestia e incomodidad ha generado en la agenda pública venezolana la caída de utilidades de PDVSA, principal empresa petrolera del país, en un 27% en el año 2010.
La molestia es absolutamente comprensible pues la misma empresa vio aumentado sus ingresos de 74.996 a 94.929 millones de dólares. Esto quiere decir que en los casi 20 mil millones de dólares adicionales generados de un año a otro, no sólo no quedó ningún dólar reflejado como utilidad, sino además gastó más de lo generado haciendo caer la utilidad en un 27% de un año a otro, quedando en 3.202 millones de dólares en el 2010.
Escenarios, en donde el precio mayor del crudo permite generación extra de ingresos, son claves para generar la solvencia suficiente para estructurar plan de de inversión en mejora de infraestructura y desarrollos de nuevos proyectos. Pero dado que el incremento de ingresos no ha generado las utilidades necesarias, la empresa ha seguido un plan de endeudamiento que llevo a cerrar el 2010 con una deuda total de 25.000 millones de dólares y en lo que va del presente año se ha emitido deuda por 6.150 millones de dólares adicionales, lo que lleva a tener una empresa endeuda a razón de 10 veces las utilidades anuales.
Lo anterior le habría costado claramente el puesto al Gerente General de una empresa privada y habría sido cuestionado el total de sus Directores, pero dado que el manejo de esta empresa está siendo controlada por el gobierno como herramienta de obtención de fondos para financiar planes sociales que la economía no soporta ni tiene la sustentabilidad de largo plazo para hacerlo.
Es sabido que las transferencias de recursos al estado han aumentado en forma considerable y es probablemente la principal causa del mal performance financiero de la empresa, pero la descapitalización que se está haciendo hará que la empresa en poco tiempo no tenga las espaldas para solventar su operación de manera eficiente, poniendo en riesgo un de los principales activos económicos de Venezuela.
Otro punto relevante es la señal que se da a los trabajadores, quienes van viendo que esta descapitalización resta relevancia al estado de la compañía y hace que trabajadores comprometidos con la empresa pasen a ser trabajadores descomprometidos y que busquen “querer su parte”, restando eficiencia a todos los procesos de la organización y por que no decirlo también generando un ambiente más propicio para un comportamiento menos ético de estafas, coimas de proveedores, etc.
Lo anterior es claramente respaldado por las palabras de Rafael Ramírez, ministro de energía del estado venezolano, "Como empresa nacional no tenemos una meta de ganancia”, frase que condicionará el comportamiento de la masa de los trabajadores de la empresa, ya que ellos toman estos mensajes en forma inconsciente y claramente la obtención de utilidades no será relevante para nadie dentro de la organización.
En resumen, PDVSA se está viendo enfrentada a la administración con intereses particulares de un gobierno que mira a la empresa sólo como una fuente de financiamiento para actividades con fines políticos y no con una administración centrada en el desarrollo de la empresa, lo que está afectando su performance financiero y la llevará a un estado de crisis de seguir este camino.
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